2/08/22

CAN, el Gallu

 




Esto es CAN terrícolas, una banda tan grande que es imposible hablar de su grandeza. De lo que no se sabe no se habla, se experimenta. Se experimenta otra vez, cientos de veces, siempre  bienvenidas y renovadas. CAN es una ola. Y si a esta gente le ibas a decir  en joda Krautrockers a finales de los 60, riéndote con tus torcidos dientes anglosonantes de como unos alemanotes y un Oni exponían sus sesiones de psicoanalisis sonoras después del trauma de ser los herederos de la peor mierda, de no tener un pasado a donde ir… esperá riéndote nomás.




Si se ha quemado el mundo del que vengo invento uno nuevo y me cuelgo,  hasta que el viaje adquiera otra forma, la del infinito. Siento que me dicen eso en este video cuando veo a Jaki tocar la batería repitiendo secuencias sin parar. “You must play monotonous”, le dijo alguien de acido una vez y él lo tomó como una iluminación.

Jaki está yendo hacia algún lugar, quien sabe dónde, pero fluye.




Con el Gallu me gustaría ir. Seríamos tres bajos con Holger, colgados en el tren de Jaki. Yo puedo tocar una guitarra también, tranqui. El Gallu un teclado, o hacer percusión. Pero que estemos juntos. Porque esto de que se muera gente que antes no se moría es difícil de sostener. 

Nosotros también tuvimos ríos al lado, también fluíamos con modestia tocando para llegar a algún lado que al final era el momento nomas, un monstruo del presente que nos abrazaba y no quería soltarnos.




Con el Gallu y el mástil de su bajo curvado. Con el Gallu en la econo power roja y blanca llegando a lo de Bellmann. Riéndose mientras bailaba en Paraná. Riéndose mientras bailaba en Bs As.

Duerme en la cama de al lado en once, duerme en el abasto. Graba con la portaestudio.

El Gallu fumando cigarrillos negros, riéndose mientras fumaba.

Pita y levanta la cabeza interesado, o con ganas de interrumpir, pero no va a hacerlo.

Feliz del cachetazo que daba comerse una aceituna cuando estaba fumado.

Feliz de prepararse una chocolatada.

Nos enseña a dejar todo en -15 db antes de la mezcla final. Divertido con el Grinch y sus comentarios jodidos en la cocina del abasto. Yéndose de repente. Aparece también, y vuelve a reírse mientras baila. Le da un baldazo de agua al ficus. Hace lo que quiere. Entiende lo que se le da la gana.

Otra vez se ríe mientras zapamos.

Hace un corto en una noche con la camarita con forma de Tie Fighter de la compu.

Arquea las cejas, sorprendido.

Jugando al Quake con Gallu, inventándonos historias de los personajes a los que hacemos enojar con una pistolita de rayos que pacientemente le da a uno en la punta del pie hasta que cae después de un grito rabioso. Nos reíamos de ese atisbo de sensibilidad e ironía que alcanzaban los programadores.

Pelo planchado, gorrito, pantalones enormes, flotando por la calle.




El Gallu en esa foto con Mundo que me da unas ganas terribles de estar ahí, de ir o volver, de continuarla, de haber tenido la cámara, de que después de todo vayamos a chupar, a tocar, a bailar, a quien mierda sabe qué ¿Y quien mierda sabe del Gallu ahora? 

Hay gente que piensa que hay un plan atrás de todo, pero yo pienso en el Gallu al lado mío mientras admirábamos como un tipo nos preparaba un sándwich completo en su negocio de Pasteur y Sarmiento que ya no existe más.

La palabra misterio hay que aplastarla, como se aplasta una pulga, entre dos pulgares, decía el viejo Zelarrayán que era recontra Gallu, loco como Krautrocker que se come las S.